La siguiente es una crónica redactada por Mauricio Ponticel de Peru.
Ni yo ni el proyecto locomotion nos hacemos responsables de las opiniones expuestas solo las hacemos publicas como una de tantas visiones de un televidente de locomotion. Esta crónica será posteada en partes.
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El sábado 31 de octubre de 1998 fue la noche de un día difícil. Por la mañana, mi mascota visitaba al veterinario por última vez... y pasado el mediodía, era yo el encargado de cavarle una fosa en el jardín de la casa para su eterno descanso. No me hallaba entonces con el mejor de los ánimos cuando poco antes de la medianoche, prendí la tele tratando de despejar la mente de abatidos recuerdos y toda esa onda depre que arrastra consigo la pérdida de un inolvidable "miembro" de la familia.
Tras el zapping de rigor, ya nada me sorprendía. Ochentitantos canales de cable y ninguno ofrecía una interesante alternativa para pasar el rato: películas que en general nunca llamaron mi atención (y menos sí semana tras semana venían repitiéndolas incontable número de veces), novísimos canales dirigidos a un "público exclusivo" (del tipo: cómo decorar las macetas de casa en mil diferentes estilos, o cómo hacer más apetecible y vistoso un dietético guiso de 50 gramos) rayaban más como guasa de mal gusto que como una alternativa seria a considerar. Y bueno, la vida animal silvestre -y su desagradable paso por la carnívora cadena alimenticia- no me parecía lo más apropiado de sintonizar en esos momentos. Lamentablemente, ya por esos días MTV (tal vez el único canal que despertaba mi interés aquellos años) mostraba escalofriantes síntomas de que las cosas iban de mal en peor: la aplastante difusión de bandas latinas y sus novísimas propuestas en el rock & pop alternativo, poco a poco empezaban a desaparecer. Los shows Unplugged de indiscutible manufactura, comenzaban ya a malbaratearse tras la llegada de churretas mediáticas como Shakira, Alejandro Sanz o Diego Torres (¡!), y por su alguna vez digna pantalla comenzaban a transmitirse no sólo videos de Ricardo Arjona, Paulina Rubio, La Oreja de Van Gogh y demás adefesios... sino que su programación empezaba a infectarse de extraños programas -realitys que le llaman, cada cual más estúpido que el otro- que tristemente empezaban a ganar terreno, pasando a convertirse en una moda endémica de la cadena (distintivo que por desgracia ostenta hasta el día de hoy).
Con un canal menos que contar y presentando los demás poco atractivas alternativas, tal parecía que esa noche estaba condenado a ir a la cama antes de la medianoche. Sin embargo, grande sería mi sorpresa cuando de pronto mi insumiso zapping se detuvo en una extraña imagen. Un cuadro que más bien recordaba a una risueña postal navideña. Parecía una animación hecha a base de cartulinas de colores y recortadas de tal forma, que daban vida a lo que parecía ser un pueblo cubierto de nieve por todas partes, con pequeñas figuras redondas retozando rígidamente en pantallas, enfundados en gruesos ropajes y con movimientos que los mostraban a medio camino entre la torpeza y la ternura. Pero lo más bizarro de este cuadro no era sólo su animación, sino la temática de su episodio: tres niños que discutían sobre la "homosexualidad" de la mascota de uno de ellos (un perro de nombre "Sparkie"), las airadas opiniones de los adultos del pueblo sobre tan controversial tema -un homofóbico maestro de la escuela primaria donde estudiaban, un cocinero sibarita de inoportunos comentarios eróticos y amigo cercano de los pequeños... ¡hasta un tipo abiertamente gay autodenominado "Gran Pato Al"!- y que además culminaba con un mensaje, haciendo un llamado a la tolerancia y comprensión ante las diversas opciones sexuales que se presentan entre todos los seres de este mundo (sean estos humanos o mascotas).
No cabía duda. Lo que tenía ante mi pantalla no era otra bobería más. Era completamente diferente a todo lo demás con lo que me había topado antes. Sarcástico, mordaz, inteligente, divertido y hasta subversivo (¡con moraleja incluída!): todo bajo la exacta dosis de simple, "dulce" y encantadora estética. Se trataba indudablemente de South Park (programa que sentaría un hito en lo que a animación y programas-orientados-a-público-adulto se refiere). Y el canal por el que había caído en ese momento, era el novísimo -para mí y para muchos de ése entonces- LOCOMOTION.
El sábado 31 de octubre de 1998 fue la noche de un día difícil. Por la mañana, mi mascota visitaba al veterinario por última vez... y pasado el mediodía, era yo el encargado de cavarle una fosa en el jardín de la casa para su eterno descanso. No me hallaba entonces con el mejor de los ánimos cuando poco antes de la medianoche, prendí la tele tratando de despejar la mente de abatidos recuerdos y toda esa onda depre que arrastra consigo la pérdida de un inolvidable "miembro" de la familia.
Tras el zapping de rigor, ya nada me sorprendía. Ochentitantos canales de cable y ninguno ofrecía una interesante alternativa para pasar el rato: películas que en general nunca llamaron mi atención (y menos sí semana tras semana venían repitiéndolas incontable número de veces), novísimos canales dirigidos a un "público exclusivo" (del tipo: cómo decorar las macetas de casa en mil diferentes estilos, o cómo hacer más apetecible y vistoso un dietético guiso de 50 gramos) rayaban más como guasa de mal gusto que como una alternativa seria a considerar. Y bueno, la vida animal silvestre -y su desagradable paso por la carnívora cadena alimenticia- no me parecía lo más apropiado de sintonizar en esos momentos. Lamentablemente, ya por esos días MTV (tal vez el único canal que despertaba mi interés aquellos años) mostraba escalofriantes síntomas de que las cosas iban de mal en peor: la aplastante difusión de bandas latinas y sus novísimas propuestas en el rock & pop alternativo, poco a poco empezaban a desaparecer. Los shows Unplugged de indiscutible manufactura, comenzaban ya a malbaratearse tras la llegada de churretas mediáticas como Shakira, Alejandro Sanz o Diego Torres (¡!), y por su alguna vez digna pantalla comenzaban a transmitirse no sólo videos de Ricardo Arjona, Paulina Rubio, La Oreja de Van Gogh y demás adefesios... sino que su programación empezaba a infectarse de extraños programas -realitys que le llaman, cada cual más estúpido que el otro- que tristemente empezaban a ganar terreno, pasando a convertirse en una moda endémica de la cadena (distintivo que por desgracia ostenta hasta el día de hoy).
Con un canal menos que contar y presentando los demás poco atractivas alternativas, tal parecía que esa noche estaba condenado a ir a la cama antes de la medianoche. Sin embargo, grande sería mi sorpresa cuando de pronto mi insumiso zapping se detuvo en una extraña imagen. Un cuadro que más bien recordaba a una risueña postal navideña. Parecía una animación hecha a base de cartulinas de colores y recortadas de tal forma, que daban vida a lo que parecía ser un pueblo cubierto de nieve por todas partes, con pequeñas figuras redondas retozando rígidamente en pantallas, enfundados en gruesos ropajes y con movimientos que los mostraban a medio camino entre la torpeza y la ternura. Pero lo más bizarro de este cuadro no era sólo su animación, sino la temática de su episodio: tres niños que discutían sobre la "homosexualidad" de la mascota de uno de ellos (un perro de nombre "Sparkie"), las airadas opiniones de los adultos del pueblo sobre tan controversial tema -un homofóbico maestro de la escuela primaria donde estudiaban, un cocinero sibarita de inoportunos comentarios eróticos y amigo cercano de los pequeños... ¡hasta un tipo abiertamente gay autodenominado "Gran Pato Al"!- y que además culminaba con un mensaje, haciendo un llamado a la tolerancia y comprensión ante las diversas opciones sexuales que se presentan entre todos los seres de este mundo (sean estos humanos o mascotas).
No cabía duda. Lo que tenía ante mi pantalla no era otra bobería más. Era completamente diferente a todo lo demás con lo que me había topado antes. Sarcástico, mordaz, inteligente, divertido y hasta subversivo (¡con moraleja incluída!): todo bajo la exacta dosis de simple, "dulce" y encantadora estética. Se trataba indudablemente de South Park (programa que sentaría un hito en lo que a animación y programas-orientados-a-público-adulto se refiere). Y el canal por el que había caído en ese momento, era el novísimo -para mí y para muchos de ése entonces- LOCOMOTION.
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